Equinoccio de Primavera
Las Cuatro Estaciones Sagradas por G. de Purucker
Theosophical University Press Online Edition
Veamos ahora el ciclo iniciatorio del equinoccio de primavera.
Concerniente a éste hay una doctrina que es a la vez maravillosa y extraña la
cual está basada en las operaciones de la Madre Naturaleza. Debe recordarse que
esta expresión Madre Naturaleza, cuando se usa en su sentido esotérico, incluye
no solamente la caparazón física del universo que nos rodea, de la cual
conocemos su existencia a través de nuestros imperfectos sentidos, sino que
también, más en particular, incluye el vasto y real reino sin fronteras de los
espacios del espacio.
Esta extraña y maravillosa doctrina describe que la gran aventura
iniciática en la que el noble iniciado entra en la época del Equinoccio de
Primavera es una copia, una duplicación, un evento repetitivo, en nuestra
pequeña esfera humana de lo que en realidad ocurre a intervalos cósmicos entre
los dioses. Las iniciaciones que se llevan a cabo aún en nuestros días con una
regularidad más o menos ininterrumpida durante el Equinoccio de Primavera,
incluyen no solamente el pasar por las pruebas y una definitiva resurrección en
el hombre personal de su dios interno y una ascensión a la esfera espiritual,
por lo menos por un tiempo, de la conciencia perceptora del iniciado, sino que
también incluye lo que comúnmente se ha llamado en la literatura occidental, al
tratar este tema, el descenso del neófito-iniciado, sin importar cuán grande
sea su estirpe espiritual, al Inframundo, a esos muy reales pero para nosotros
completamente invisibles reinos del espacio que tienen su existencia en lugares
cósmicos todavía más materiales que nuestra densa esfera de sustancia māyāvica
física.
Sería equivocado considerar este Inframundo como perteneciente
exclusivamente a lo que ha sido llamado en la literatura teosófica la Octava
Esfera, o sea el Planeta de la Muerte, aunque en realidad la Octava Esfera debe
ser visitada por la conciencia perceptora peregrinante a su debido tiempo.
Tenemos, entonces, una imagen de la iniciación en el Equinoccio de
Primavera como una fase del ciclo general iniciatorio, esta fase consiste en
severas e indagadoras pruebas espirituales, intelectuales y psíquicas así como
también pruebas astrales por un lado, y por otro lado, también incluye un
descenso de las mónadas peregrinantes de seres humanos promedio a esferas nunca
recorridas en el curso ordinario de su desarrollo, una vez que estas mónadas
han empezado a manifestarse en el campo humano.
Esta doctrina extraña y misteriosa la cual brevemente hemos delineado
nos dice que en nuestra Tierra, en esta solemne y sagrada ocasión, ocurre una
repetición o duplicación de lo que a ciertos intervalos se lleva a cabo entre
las divinidades. Así como algunas veces en el progreso del destino cósmico,
cierta divinidad deja su esfera luminosa y “desciende” o mejor dicho transfiere
una porción de su propia esencia divina al mundo del hombre con el propósito de
ayudar y guiar a la errante humanidad, exactamente lo mismo hace el
neófito-iniciado que desciende o transfiere su conciencia perceptora al
Inframundo para aprender y también ayudar a los habitantes de esas oscuras
esferas. Lo que los dioses desde su noble altura hacen al ayudarnos, lo mismo
hacen estos grandes hombres en esferas abajo de la nuestra.
Al considerar esta profunda enseñanza y al comenzar a notar sus
extraordinarias y enigmáticas paradojas, nos podríamos preguntar por qué una
divinidad tiene que “descender” o proyectar una porción de su esencia en
nuestra esfera, la cual dejó atrás hace muchos eones en su progreso
evolucionario. La explicación reside en otras enseñanzas concernientes a la
naturaleza de nuestro sistema solar cósmico, tal como éste se percibe desde el
punto de vista espiritual. Se nos enseña que aun los dioses están sujetos al
destino omnipotente, que aun ellos en sus nobles esferas hacen y deshacen
karma, y empiezan y terminan después de que han completado trabajos de una
influencia muy alta en los espacios cósmicos, que cierta porción de estas
actividades divinas deben por necesidad alcanzar e influenciar profundamente
las esferas de los hombres.
Cuando el estudiante de esoterismo entienda la profunda enseñanza
filosófica concerniente al verdadero significado de la tríada de las deidades
hindú llamadas Brahmā, Vishnu y śiva llegará a entender por qué ocurren estos
eventos de los que recién hemos hablado. Brahmā es el principio evolucionante y
productor, Vishnu es el sostenedor, el conservador, śiva es el patrón
particular de los esotéricos, el regenerador porque es el que resuelve.
Mirar a esta tríada de divinidades en el sistema solar de la manera que
lo hace la literatura exotérica hindú es perder el significado y el alcance de
la enseñanza esotérica relacionada a ella. Las tres divinidades, son tres
individuos, y sin embargo son uno, así como evolución e involución son dos y
sin embargo son esencialmente una, porque nada puede hacer evolucionar lo que
está adentro antes de que eso de adentro haya involucionado en ello. Por lo
tanto, no puede haber Brahmā o evolucionador o productor a no ser de que el
regenerador o resolvedor en un periodo cósmico pasado haya ya hecho
involucionar con anterioridad las semillas del universo para que evolucione o
se produzca. Ni tampoco podría haber ningún manvántara o curso de vida cósmica
sostenida y evolución a no ser por la incesante y continua influencia del
sostenedor, conservador y preservador.
Por lo tanto, entonces, estas tres energías espirituales divinas en el
sistema solar, que son distintivamente tres y sin embargo una en esencia, en
verdad son la tríada superior del septenario perteneciente a los diez
principios de nuestro cosmos solar, y por lo tanto, en su grandiosidad existen
y trabajan en lo que para nosotros es completo silencio y obscuridad, porque
son los tres mundos superiores del sistema planetario solar de
vida-energía-conciencia.
De vez en cuando, regido estrictamente por el karma del sistema solar,
aparece un impulso en el seno de Mahā-Vishnu para manifestar una porción de sí
mismo, esta porción siendo una divinidad; y este impulso o apremio
súper-espiritual nunca se puede negar o ignorar. Es más, este impulso tiene un
nombre técnico en la enseñanza esotérica. Es llamado bīja, que
significa “semilla”, o más preciso quizásavatāra-bīja — la semilla
cósmica de los Avatāras.
Los Avatāras aparecen en la Tierra en intervalos cuando las energías
espirituales están muy bajas entre nosotros y las fuerzas materiales surgen en
olas turbulentas muy altas. Es como si se diera una tensión psicomagnética
espiritual en la estructura del sistema solar, dando como resultado una
descarga eléctrica-espiritual de energía espiritual, algo así como el relámpago
en la tierra, siendo esta descarga popularmente llamada el “descenso” del
Avatāra, preservando así la estabilidad y el equilibrio de las cosas. Eso
mismo, en nuestro mundo, se da en el caso de estos grandes hombres, estos
sublimes neófitos-iniciados que durante el curso de su iniciación “descienden”
al Inframundo con el solo propósito de traer luz espiritual a esos seres
encadenados en las obscuridades de esas esferas tenebrosas, esferas que para
nosotros parecerán regiones tenebrosas porque estamos en una esfera superior a
la de ellos.
Tan estrechamente tejida está la naturaleza toda, tan intrincadas e
íntimamente entretejidas están las hebras de la red de la vida, que toda la
naturaleza se debe de considerar como un vasto organismo, y cuando existe la
falta de algún elemento-energía en cualquier parte del cuerpo cósmico, entonces
se da un impulso vehemente de otras partes que poseen este elemento-energía en
abundancia, dirigido al lugar donde esta energía se necesita, y un consecuente
pasaje o peregrinación o transferencia del elemento-energía que se necesita, a
su destinación para que la estabilidad y el equilibrio de la estructura cósmica
se pueda restablecer o mantener.
Los periodos de iniciación no suceden por casualidad o por azar, ni son
gobernados por los deseos y voluntad de los seres humanos, aunque sean
grandiosos y sublimes, sino que suceden estrictamente de acuerdo a la acción
del magnetismo cósmico espiritual del universo. En consecuencia, los grandes
neófitos iniciados entran en sus pruebas y hacen viajes al Inframundo porque en
su debido momento han llegado a ser por completo los sirvientes obedientes de
la ley del universo, y por lo tanto no harían otra cosa.
De lo que se ha dicho, por lo tanto, es eminentemente obvio lo grande
que es el pulso compasivo del corazón de la naturaleza; pues eso que el hombre,
en su falta de palabras adecuadas, describe con frases tales como: restablecer
un equilibrio perturbado, o mantener la estabilidad cósmica, resulta ser una
manera muy pobre de expresar el hecho de la operación automática de la vida
cósmica, de restaurar las armonías cósmicas, en el reajuste de las energías
cósmicas, todo a través de la dirección y control del inefable gran corazón de
la vida-conciencia que late incesantemente sin ninguna pausa hasta el final del
manvántara solar.
Por eso es que el Equinoccio de Primavera en particular y los Avatāras
están relacionados, tanto en el pensamiento humano como en la realidad cósmica.
Mantengan en mente que son tres los casos generales, o las instancias
generales, en los que ocurren descensos o manifestaciones avataricas de energía
espiritual en la existencia humana, como motores extraordinariamente poderosos.
El primero es el de Avatāras producidos por la influencia de bīja en
Mahā-Vishnu; segundo es el caso de Buddhas; y el tercero ocurre en raros
intervalos entre los humanos que no son ni Avatāras ni Buddhas. Tengan presente
que el Avatāra es el descenso de la influencia, o de una porción, de la
divinidad a través de un intermediario, un aparato bodhisattvico-psicólogo para
que pueda manifestarse en la vida humana en un cuerpo humano. Los Buddhas
encarnan sus propias influencias espirituales divinas, en cada caso emanando de
su propio dios interno, y hacen esto a través de todo el tiempo que trabajan en
el mundo del hombre; ellos manifiestan estos poderes espirituales en propósitos
y trabajos de indescriptible impacto benévolo y de un gran alcance benéfico.
Los raros casos de humanos que, sin ser Avatāras o Buddhas, de tiempo en
tiempo toman o llegan a ser la morada de rayos espirituales-divinos, son esos
hombres y mujeres inusuales que debido a una línea del karma la cual está libre
de dañar o atar a la personalidad, son capaces de transmitir un rayo de la
tríada superior de ellos mismos. Este rayo penetra y prende el fuego con su
llama sagrada en el cerebro-mente y aparato emocional de tales hombres y
mujeres.
Los casos de estos inusuales seres humanos pueden ejemplarizarse o
demostrarse con hombres y mujeres cuya existencia demuestra un poder espiritual
e intelectual que excede al promedio del hombre, y sin embargo son solamente
seres humanos. Podrían ser por ejemplo, poetas con una noble mente, con visión
al futuro, o artistas con una mente noble, filósofos, humanistas, estadistas;
sin embargo, son solamente hombres y mujeres. No son ni Avatāras ni Buddhas, y
su existencia es bien conocida por las diversas religiones del mundo, ellos han
sido llamados con muchos nombres, tales como santos, hombres sagrados, u otros
títulos similares.
Aunque estas tres clases que manifiestan rayos divinos espirituales —tan
diferentes entre ellos— son las tres instancias en las que el espíritu divino
se manifiesta en la esfera humana, se debe notar particularmente que la
urgencia o el impulso originador en los tres casos surge del misterioso bīja que
existe y trabaja desde el amanecer hasta el atardecer del manvántara cósmico en
el seno de Mahā-Vishnu.
Como último pensamiento en relación a esto, recuerden que también hay
Avatāras de Mahā śiva, así como los hay de Vishnu el sostenedor del universo
solar; y que son estos Avatāras de Mahā śiva, los regeneradores solares, los
que producen quizás los efectos más grandes que afectan la esfera del hombre.
El deber de algunos Avatāras, su característica o swabhāva es la de
preservar y sostener todo lo que es espiritual, noble, bueno y sagrado;
mientras que el trabajo de otros Avatāras es el de regenerar, hacer de nuevo,
traer desde la matriz del destino lo que está esperando nacer. Por ello, es que
el trabajo de la influencia de śiva ha sido con frecuencia y de una manera
incorrecta, llamado destrucción. La profunda filosofía del proceso todavía no
ha sido entendida por los académicos occidentales y orientales; sin embargo, es
obvio que hay ocasiones traídas por la moviente rueda de la vida, cuando en el
curso del destino el mal se debe derrumbar, cuando estructuras y trabajos que
han perdurado a través de los tiempos deben de ser destruidos desde sus
fundaciones hacia arriba, para que un nuevo edificio, y una estructura más
grande y sublime, ya sea hablando material o espiritualmente, pueda ser
levantada.
Difícil en verdad es el tema del pensamiento en el que nos hemos
embarcado, y me siento con necesidad de dar una advertencia en el sentido de
que no se debe saltar a la conclusión de que se ha entendido por completo el
significado de esta maravillosa doctrina que brevemente he delineado. Recuerden
que todo el universo solar es un organismo vasto, que se agita y palpita con
vida por doquier, y que lo que los hombres llaman espíritu o lo que los hombres
llaman materia son sólo dos fases, aspectos o eventos de la arremetida o fuerza
de la vida-conciencia-substancia trabajando su sublime destino incomprensible.
Por lo tanto, nuestro entero sistema solar puede verse desde dos puntos
de vista: primero como un cuerpo cósmico de esferas construidas en la tela de
la conciencia cósmica; y desde el otro punto de vista, se puede ver como una
extraordinaria y entretejida red de esferas que existen en diferentes planos,
pero todos bajo el dominio —y existiendo dentro de los límites— de nuestra
divinidad cósmica. Por lo tanto, cada átomo se agita lleno de vida y es un
encarnado centro de consciencia, que nosotros llamamos mónada, y la única
diferencia entre el átomo y dios, entre la hueste obscura y la hueste de luz,
es una de desarrollo evolucionario.
Finalmente, tratemos de entender algo del significado de las
experiencias tan llenas de misterio y de peligro, que algunos, más
evolucionados que nosotros, están ahora experimentando.
Red internacional de luz interior Amonra Chile
Feliluxor
Fe y felicidad en la luz de oro
Santiago de Chile, septiembre 2016.
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